
Si se fijan, cada partido del Mundial de Fútbol de Suráfrica comienza con el desfile de los equipos que van con sus jugadores cogidos de la mano de niños y niñas, precedidos de las banderas de sus países y la bandera del Fair Play de la FIFA.
Con esta ceremonia, previo a entonar los himnos nacionales se le recuerda a los jugadores, a los técnicos, árbitros y al público, que la pasión sin maldad y la amistad con que juegan los niños es la que debe primar en el partido que se presentará.
El juego limpio o 'fair-play', es un llamado a la ética y en contra de las especulaciones, la ventajería, los golpes arteros, del racismo y las apuestas que debe concluir con “el saludo amable al contrincante al terminar un encuentro”. Como decimos en Puerto Rico, a jugar duro pero limpio.
Una demostración de Fair Play fue lo que nos entregaron las selecciones de Uruguay y México en su encuentro de hoy. Con solo empatar, ambos equipos pasaban a la próxima ronda, incluso el 1-0 no los eliminaba, como eventualmente pasó.
Se especuló en muchos medios que los entrenadores podrían ponerse de acuerdo, (sin ponerlo por escrito, claro), y descansar a sus titulares, armar murallas defensivas y no arriesgar nada.
Pero las dos selecciones salieron a ganar, alinearon sus titulares con delanteros que salieron a atacar y a producir un juego entretenido de ida y vuelta, a jugar duro pero limpio…
El resultado fue un triunfo 1-0 para Uruguay con una primera mitad emocionante, con llegadas y oportunidades para ambos oncenos y que concluyó con un precioso centro empujado de cabeza por el goleador suramericano Luis Suárez. La segunda mitad Uruguay defendió con tenacidad su ventaja y concluyó la primera ronda sin que le encajarán un solo gol.
Se la jugaron duro pero limpio, una sola tarjeta amarilla y sin cortar demasiado el partido, al final el saludo de ambos entrenadores, el intercambio de camisetas, y la satisfacción de pasar a otra ronda habiendo echado el resto.
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